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Obras Maestras (2009)

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Estudio Livio Vacchini | Abitazioni popolari (Locarno, 1962-1965) | Sports Centre (Mulimatt, 2005-2010)

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El hacer y el conocimiento

Normalmente, la tarea que hay que desarrollar es banal.

Trabajando, la banalidad de la necesidad pronto queda superada y se transforma en una necesidad de orden espiritual: la necesidad de construir el pensamiento.
Proyectar significa abandonarse al placer de construir el pensamiento. El motor que mueve este proceso es el sentido de incapacidad que nos asalta antes y durante el trabajo. Y es justamente la necesidad de liberarse de este sentido de decepción lo que nos hace progresar, o al menos proseguir: nuestra condición psicológica de partida es la de no saber; nuestra condición psicológica de resistencia es querer conocer.

El placer nace cuando uno se cree liberado, pero esta liberación no llega de inmediato; se requiere mucha paciencia y el tiempo de convivencia con un proyecto malo es largo. Sin embargo, sólo a través del mal proyecto se puede llegar a un buen resultado. Es justamente el mal proyecto el que hace que prosigamos. A veces incluso sucede que para liberarse del mal proyecto no queda otra cosa que llevarlo a cabo. Es el error el que conduce a la verdad, pero también se podría decir que la verdad es lo que, al menos momentáneamente, hace que tomemos distancia de los errores.

El trabajo consiste en perseguir tenazmente una imagen imperfecta. Se trata de una búsqueda que no se produce sin exaltación, sin obsesión. La obsesión nos inmuniza de nuestro interés por cosas que no tienen relación.

Se debe cultivar la idea de que cada acto, por muy pequeño que sea, debe ser una invención.

Proyectar es calcular. La forma no es más que el resultado de este cálculo, pero no hay un único cálculo posible, y si el ojo no da la razón a mi cálculo, lo rehago.

No hay un cálculo más verdadero, sólo hay uno más útil. Todo se hace con vistas a un resultado.

Todo lo que conozco proviene de mi trabajo. Conozco sólo lo que sé hacer. El hacer es mi única fuente de certidumbre.

No tengo amor por el saber, pues ése es el presupuesto de mi ignorancia, pero sí por conocer, que, en cambio, representa mi posibilidad.

No amo el mucho, ambiciono conseguir el muy poco.

Me gusta pensar, añadir pensamiento al pensamiento, creer que una idea no es más que la promesa de otra. Me gusta reducir lo irracional a lo mínimo y llevar lo racional a límites extremos.

Mi mundo es lógico, comprensible, transmisible. Me gusta hablar incluso sabiendo cuan peligroso es exponer un buen proyecto al juicio de un ignorante.

El hacer se produce a través del contacto de dos elementos: el credo, es decir, el dogma inamovible; y la teoría, es decir, la regla, el cálculo.

El credo está ligado al carácter, a la personalidad de lo singular. La teoría está ligada al proyecto que debe hacerse, y cada proyecto tiene su propia regla. Es la teoría la que confiere interés general a una obra. El resultado práctico nunca puede calcularse, pero sólo él es capaz de corregir la teoría, precisándola y ampliándola. La verdad no es cualquier cosa que pueda conocerse a priori, es sólo una verdad deducida, que quizá por esta razón se parece a una verdad objetiva.

Sin la regla, sin la teoría, la mente es incapaz de construir, de reaccionar de modos diversos ante las diferentes situaciones, de aprovecharse de la casualidad y utilizarla en provecho propio. Es la teoría la que nos coloca en situación de descubrir las relaciones entre elementos aparentemente diferentes y de descubrir las diferencias entre elementos que en apariencia son idénticos.

Contrariamente a la teoría, el credo no confiere mayor o menor interés, o un interés general, a la obra: se trata más bien de la base sobre la que se apoya la construcción del pensamiento. El credo no confiere calidad a la obra, incluso aunque la teoría no avance sin que nadie la relance con el propio credo.

Puedo citar algún punto importante de mi credo.

La arquitectura es un ritual, es una cuestión ética, no estética, una cuestión mental, un instrumento. La arquitectura no tiene un tiempo propio, determina el contexto. La calidad es objetiva y la forma es un resultado, no un fin, por eso mismo es no esencial. El orden es intrínseco y el todo no es la suma de las partes sino su síntesis inapelable. La luz es geometría y la estructura debe medirse pues en relación con ella.

Creo haber intentado reconducir mi pensamiento a modos antiguos, o, por decirlo de mejor manera, a modos primigenios de la arquitectura, intentando crear nuevos modos perpetuando la tradición de lo que está presente desde siempre.

Trabajar es participar de un rito, es una celebración del trabajo hecho por quienes nos han precedido, un rehacer sus obras maestras, una restauración de sus pensamientos, una manera de prolongar su vida. Porque las arquitecturas, las obras, no tienen más sentido que buscar la durabilidad.

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Casa delle tre donne (Beinwil am See, 1995-1998) | Casa Koerfer (Ascona, 2005) | Casa Vacchini costa (Tenero-Contra, 1992)

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Studio Vacchini

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Extracto: Livio Vacchini. Obras Maestras. Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 2009.


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