El Museo de Louisiana de Jørgen Bo y Vilhelm Wohlert, cerca de Copenhague, un lugar de visita obligada para arquitectos y amantes del arte, acogerá desde el 3 de Septiembre de 2015 la obra gráfica sobre papel del artista Lucian Freud.
La mayoría de gente que visita el museo de Louisiana coge un tren en la estación central de Copenhague bajando, tras un trayecto de aproximadamente cuarenta minutos, en la pequeña estación de Humlebaek. Al salir de la misma, un cartel indicador señala que se debe continuar recto, para encontrar finalmente una carretera que hay que seguir, hacia la izquierda, caminando por una acera arbolada. Sin embargo, el visitante novato pero atento puede percatarse de que algunas personas toman nada más salir de la estación una tranquila calle a la izquierda que finalmente conduce a un sendero por el bosque. Sin duda, una manera más amable de acceder a este importante edificio.
Lo primero que nos encontramos al llegar al museo es un patio de acceso con un inmueble del siglo XIX, aparentemente residencial, llamado originalmente Louisiana en honor al nombre de las tres esposas de Alexander Brun, el propietario original, llamadas todas Louise. Knud W. Jensen, el fundador de la institución, compra la vivienda decimonónica en 1955 y decide mantener el nombre de Louisiana, encargando el proyecto de rehabilitación de la misma y su ampliación a los arquitectos Jørgen Bo (1919-1959) y Vilhelm Wohlert (1920-2007). Inicialmente el encargo consistió en la adecuación del edificio original y la edificación de un pabellón anexo, pero los arquitectos consiguen convencer al propietario de trabajar de acuerdo a un máster plan, a realizar por etapas, integrando la edificación original y los nuevos pabellones mediante un recorrido en bucle continuo.
El museo, inaugurado en 1958, se estructura en una serie de salas de muy diferentes conformaciones rodeando un jardín de esculturas, acogiendo una importante obra permanente de artistas como Jean Arp, Francis Bacon, Alexander Calder, Jean Dubuffet, Max Ernst, Sam Francis, Alberto Giacometti, Anselm Kiefer, Henry Moore, Pablo Picasso, Robert Rauschenberg o Pablo Picasso, entre otros. El centro organiza también anualmente exposiciones de reconocidos artistas contemporáneos o figuras emergentes, con temáticas muy diversas, utilizando el jardín de esculturas con vistas al mar báltico y la costa sur de Suecia para programar todo tipo de actividades relacionadas con la cultura.
La relación entre lo antiguo y lo nuevo se practica en este proyecto mediante el respeto y la diferencia, aprovechando la integración con el omnipresente paisaje para establecer una relación distante pero segura con lo existente, evitando dialogar con la edificación original en clave mimética o excesivamente referencial.
La compleja geometría de la planta, de muy difícil lectura al tratarse de un edificio que adapta su recorrido al desnivel existente en la parcela, nos habla de un espacio que precisa ser experimentado para ser reconocido adecuadamente; resulta muy difícil cualquier otra aproximación. Su aparentemente intricado trazado, sometido a diversas vicisitudes de programa y topografía, permite no obstante reconocer una estructura quebrada lineal, albergando el recorrido principal, y una serie de salas adyacentes de muy diferentes proporciones y tamaños. El visitante que atraviesa esta suerte de laberinto experimenta así un complejo juego de compresiones y extensiones espaciales, caminando por un corredor que siempre integra lateralmente el jardín de esculturas y aceptando las sugerencias que en su camino van apareciendo.
Las diferentes proporciones de las flexibles salas de exposición permiten acoger obras de muy diversas características, resultando imprescindible nombrar la famosa y muy fotografiada sala permanente dedicada a Alberto Giacometti, sectorizada en un espacio comprimido para dibujos y bocetos y un alto contenedor con vistas al paisaje, alojando esculturas de gran tamaño.
El plano de suelo se mueve lentamente, mediante peldaños y suaves rampas, acompañando a un interesante movimiento de los techos vertebrado por el trabajo con la luz indirecta natural. El edificio aprovecha así la topografía existente para sectorizar el espacio interior en sus diferentes unidades funcionales.
Resulta muy interesante en este edificio el trabajo con la luz, tanto natural como artificial. El corredor se ilumina desde un lateral únicamente, proyectando las sombras variables de la carpintería a lo largo del día sobre las diferentes texturas de los muros que construyen el espacio interior. La estructura vista de madera permite jugar con la introducción de luz cenital, controlada de muy diversas maneras de acuerdo a la orientación y geometría de cada una de las salas. Finalmente, y en cuanto a la luz artificial, no debemos olvidar que nos encontramos en Dinamarca, cuna donde las haya del mejor diseño de elementos de iluminación.
Materialmente el proyecto se trabaja desde una concisión confiada a una colección escueta de materiales muy integrados con el paisaje y aparejados de una manera sensible y eficiente, hecho que otorga mucha unidad y coherencia a un conjunto realmente muy diverso de espacios. La estructura de madera oscura, dialogando con los paños blancos, se manifiesta tanto en el interior como en el exterior del edificio, estableciendo un pacto muy sincero con lo construido. La geometría no ortogonal del corredor, modulado por una esbelta carpintería en dos tonos de madera, multiplica los reflejos tanto sobre lo construido como sobre el jardín adyacente, en diálogo con el ocasional reflejo a su vez del edificio sobre láminas de agua.
Las esculturas exteriores puntúan el jardín, son sus habitantes, ya sea posándose como orgullosos objetos autónomos en diálogo con la naturaleza existente o bien interaccionando constructivamente con el terreno, como el caso de las dos planchas de acero de Richard Serra.
El edificio actual es fruto de diversas actuaciones sucesivas (1958-1998) de acuerdo al plan original, todas ellas controladas por Bo y Wohlert, con alguna colaboración puntual de otros arquitectos. No todas las fases presentan el mismo interés, aunque no obstante la coherencia del conjunto puede sobre lo particular. El programa expositivo se completa con una cafetería con vistas al mar, una sala de conciertos muy apreciada por los músicos de cámara y una tienda librería. De 2003 a 2006 se realiza una modernización de instalaciones y carpintería, a fin de conseguir un mejor acondicionamiento climático y aumentar la seguridad del centro.
Jørgen Bo y Vilhelm Wohlert estudiaron arquitectura en la Real Academia Danesa de Bellas artes de Copenhague, acabando en 1941 y 1944 respectivamente. Ambos fueron profesores de arquitectura en esta misma institución, colaborando profesionalmente en numerosos edificios como la Embajada Danesa en Brasil (1972-74) y el Museo de arte en Bochum (Alemania, 1978-83). Wohlert además estudió en la Universidad de Berkeley, en California, teniendo la oportunidad de estudiar las edificaciones de madera de la bahía de San Francisco, inspiradoras quizás, junto a la arquitectura tradicional japonesa, de ciertos aspectos visuales y constructivos del museo de Louisiana.
Fotografías: Juan Deltell Pastor
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