Nos encontramos ahora en posición de sugerir una definición preliminar de “creación”. El acto creativo y aquello que engendra se caracteriza por dos atributos primarios. Es una afirmación de libertad; es integralmente libre. Su existencia comporta implícita y explícitamente la alternativa a la no existencia; podría no haber sido. Las numerosas ocasiones en que los artistas y los pensadores proclaman que “no tenían elección”, que estaban atrapados por una necesidad irresistible de crear esta o esa obra, de seguir tal o cual línea o constructo de pensamiento, es retórica. Esta retórica puede tener motivos psicológicos absolutamente legítimos; puede nacer de una estrategia válida para potenciar la introspección. Pero, como mucho, se reducen a un ademán apologético. Toda forma de creación auténtica y consecuente procede de la libertad concomitante de no ser, de no haber llegado al ser (o, como veremos, lo que habría podido ser en otra parte o completamente diferente). De ahí que “creación”, si se entiende y experimenta adecuadamente, es otra palabra para “libertad”, para el fiat o para el “sea”, que no tiene significado sino por su virtualmente tautológica relación con el “no sea”. Solamente por su gratuidad hacia el ser –el ser es siempre un don- […]
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