NO-MOVIE POSTERS es mucho más que una alegoría, es un canto de amor al cine, a sus carteles promocionales, al dibujo, a la fotografía y a esas historias amputadas que quieren volar y no tienen alas.
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La revista JACK, gestionada inicialmente por el grupo de investigación portugués Ruptura Silenciosa, y actualmente editada bajo el auspicio del proyecto Jackbackpack, es una de las escasas publicaciones que analiza con seriedad las relaciones entre el cine y la arquitectura. Recientemente acaba de publicar su segundo número.
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Numerosos creadores de disciplinas muy diversas han sentido la atracción de incluir en sus obras un plano secuencia, recurso formal siempre de comprometida factura. The Rope [Alfred Hitchcock, 1948], Touch of Evil [Orson Welles, 1957] o Der Lauf der Dinge [Peter Fischli y David Weis] constituyen un buen ejemplo de ello.
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El cine inventa una nueva forma de reconocer la ciudad. Puede incluso reinventarla, desde la mirada extranjera y atemporal con la que todo cineasta trabaja.
Mirar es a la vez conocer y decidir, dos prácticas estrechamente ligadas a la condición humana. El cine, de alguna manera, nos ha enseñado a mirar nuestras ciudades desde una perspectiva diferente, construyendo en nuestra mente una falsa memoria de los espacios urbanos que nos muestra.
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Si vale la pena hacer una cosa una vez, entonces vale la pena hacerla una y otra vez, explorándola, probándola, demandando mediante su repetición que el público la contemple.
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Un hotel de Toronto fue testigo en Julio de 1972 del primer encuentro entre Glenn Gould y Bruno Monsaingeon. La fructífera amistad desarrollada entre ambos a lo largo de 10 años nos legó un importante conjunto de documentos audiovisuales y textos escritos, esenciales para entender el proceso creativo del pianista y otorgar claves sin duda extrapolables a o otros campos creativos como la arquitectura.
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Ya no será posible cruzarse con Jeanne Moreau en el boulevard Haussmann. El mismo París que le vio nacer fue testigo el pasado 31 de Julio del silencioso y doméstico cierre de su enigmática y triste mirada. Miles Davis había nacido dos años antes que ella, a muchos kilómetros de distancia. Su mirada también era triste, pero su fallecimiento no fue silencioso, más bien rabioso, como fue toda su vida. Ambos compartieron una noche inolvidable.
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